"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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05-10-2010 |
Política, armas y golpes en nuestro continente
Ocupate de los locos… antes de que los locos se ocupen de vos
Uruguay, Ecuador, las barbas de tu vecino
Partes del discurso del presidente del Centro Militar de Uruguay, Gral. Manuel Fernández, en la reunión del 27 de setiembre por el malestar militar ante el proyecto de ley presupuestal:
“…estamos ante una hipótesis de guerra que no fue tenida en cuenta en estos últimos años: el aniquilamiento y disolución de las FF.AA. en el Uruguay ”.
Aclaremos que Fernández maneja el concepto de “hipótesis de guerra” como “situaciones internas o externas que pueden en su evolución amenazar la Seguridad Nacional, configurando una situación de guerra. Esto exige la intervención preponderante del Sector Militar” , a diferencia de las “hipótesis de conflicto” en que las acciones están a cargo “de los sectores Políticos, Sicosocial (sic) y/o Económico”.
Traduciendo: está justificando la intervención militar directa ante cualquier “sector político”, ya que hoy “la Institución Militar está absolutamente sola, [viendo] que a ninguno de los actores principales de la política le interesa su suerte, que todo el mundo está conteste en que tiene que desaparecer (subrayado por nosotros), por lo tanto nuestro destino y nuestras vidas (ídem) están en las manos del Personal en Actividad… ningún oportunista sin más crédito que el suceso circunstancial de ocupar la atención pública (se refiere al presidente de la República, por si no se nota) nos va a dictar cátedra de moral (sic.), de honestidad, de honradez, sean estos políticos, gobernantes, comunicadores, ciudadanos comunes y mucho menos nuestros Enemigos de siempre”.
Vemos que, de paso, Fernández se cubre por si algún “Sector Sicosocial” se le aparece con ánimo de llevarlo a algún establecimiento psiquiátrico. Tal vez sí, tal vez no, pero aportamos para un acertado diagnóstico, las palabras del propio Fernández, por ejemplo:
“La creación de la ‘Unidad Centralizada de Adquisiciones de la Defensa' es un despojo, es un acto infame e incalificable; se les confisca los rubros a las Fuerzas y se les quita potestades a los Ctes. en Jefe, quienes no van a poder ejercer el mando, por aquello de que ‘quien da órdenes da medios', no van a tener medios. Los rubros en manos del leninismo juramentado a imponer el socialismo en Uruguay , lleva indefectiblemente a la muerte por asfixia económica a las Fuerzas”.
Un aspecto muy importante de su intervención es que devela con toda claridad el verdadero alcance de las llamadas “misiones de paz” y su razón de ser:
“Otro aspecto no menos grave es la insostenible pretensión de quitar el reintegro de los dineros provenientes de las Naciones Unidas a las Fuerzas que los generen; es el sacrificio, la sangre y la vida de nuestros Oficiales y Soldados, lo que acaba de ocurrir con las tropas en Haití que al no mandarles en tiempo y forma la autorización del gasto, tienen el 70% de la flota fuera de servicio y por tal razón la ONU no paga lo que corresponde para su mantenimiento,…”
En otra parte Fernández explica como se beneficia el ejército de las “misiones de paz”:
“… el Ejército Uruguayo del año 2010 está en el mejor momento de su historia. No ha habido nunca uno mejor equipado, mejor entrenado, mejor instruido, con experiencia de combate en misiones en el extranjero y… mejoramiento en instrucción, vehículos, equipos y armamento”.
Vemos que la institución militar es como la pasta base . La participación en estas “misiones” se realiza por una necesidad PROPIA de mantener su capacidad de combate, entrenamiento, reponer y actualizar los equipos y armamentos. Todo eso tiene su costo y la ONU solo paga su parte si el país a su vez asume la suta. Pero la participación genera sus propios costos y problemas. Una vez ingresado a esta dinámica belicista el país debe seguir sosteniendo y ampliando su esfuerzo militar. Para poder “beneficiarse” costeando una parte de las fuerzas armadas (AGRANDADAS a este efecto) por el trabajo mercenario que éstas realicen, hay que involucrarse más y más en la aventura belicista, y aumentar el esfuerzo bélico propio. Para recibir ese “beneficio” el país paga más de lo que recibe.
Pero ¿a qué necesidad responde en última instancia ese involucramiento bélico, que se hace a expensas de OTROS reclamos presupuestales para atender necesidades acuciantes de nuestra sociedad? ¿A una necesidad del país y su gente, decidida democráticamente? ¿A una necesidad mundial legítimamente acordada en beneficio, por ejemplo en este caso, del pueblo de Haití necesitado de ayuda humanitaria?
EN ABSOLUTO, responde a una necesidad propia de la institución militar que se procesa a espaldas del pueblo uruguayo, incluso por mecanismos ilegítimos, y a la necesidad del sistema bélico transnacional imperialista en que estas fuerzas armadas están insertas.
La cosa no puede estar más clara, porque por boca del propio Fernández la hipótesis de GUERRA es “ el aniquilamiento y disolución de las FF.AA. en el Uruguay”, es decir el casus belli no es en este caso un interés “DEL PAÍS” (que tiene pleno derecho a decidir si quiere o no quiere fuerzas armadas, si quiere o no quiere participar en la invasión a Haití u otras aventuras imperialistas) sino el interés de las fuerzas armadas en permanecer y mantener su “capacidad de combate” para sí mismas. Ese tema no solo no se discute, sino que su sola discusión política es… ¡motivo de guerra!
Toda la intervención de Fernández tiene muchos aspectos de interés con los que podríamos. Veamos solamente dos cosas: primero su análisis de coyuntura.
“A partir del 1º de Marzo de 2005, las reglas de juego cambiaron al acceder legítimamente al gobierno, una coalición de mayoría marxista leninista, que ejerció el poder en forma absoluta… Hubo un cataclismo político … El Poder Letal de la Nación hasta ahora en manos de Militares Profesionales … va a Desaparecer … pasando sus Instituciones incluidas la conducción de las propias Fuerzas, a manos de CIVILES ENEMIGOS…. El proyecto revolucionario hasta ahora tenía un límite en el Uruguay: eran las Fuerzas Armadas, a partir del 1º de Enero de 2011, veremos”.
Ya vemos hoy. que esta capacidad de combate se mantiene para sí misma y pese a cualquier decisión política en contrario, pero se mantiene en última instancia por una RAZÓN ESTRUCTURAL, SISTÉMICA, ser el brazo armado del sostén del orden capitalista.
Y por último, veamos su propuesta de acción. Primero la justificación que aduce:
“El poder legítimo tiene como límite la legitimad de su acción y la legitimidad de sus propósitos. … Ningún intento que busque la destrucción de las Fuerzas Armadas o su conversión a la degradada condición de milicia obsecuente puede ser respetable y respetado”
Llama entonces a que parlamento “no deje pasar este atropello”, pero…
“… en última instancia, confiamos mucho más en los Militares con Espíritu Militar en Actividad y en Retiro”.
En pocas palabras: un llamado a la rebelión abierta por parte de los “militares con espíritu militar” o sea corporativista y militarista, y en especial aquellos en actividad es decir con mando de tropas, con capacidad de dar un golpe de estado.
Por supuesto, salió medio país a contestarle a Fernández. Sin embargo, notamos en muchos una especie de condescendencia ante este “loco suelto” que dice pavadas.
El 29 de setiembre, el senador colorado Ope Pasquet dice que “las palabras de Fernández en otra época hubieran generado preocupación pero que hoy en día es simplemente la constatación de un anacronismo… ni siquiera hay que alarmarse”.
El 30 de setiembre ocurren los hechos de Ecuador. No dio tiempo ni para contestarle a Ope diciéndole que es demasiado ingenuo, o cómplice de la sedición militar tal vez por hábito. ¿Es tan diferente Ecuador de Uruguay?
No nos parece serio dejar de tomar en serio lo que diga un “mono con revólver”, precisamente porque anda con revólver. Por algo la propia Constitución suspende el derecho democrático de libertad de opinión política y expresión para los militares en actividad. El hecho de que Fernández sea él personalmente un militar retirado no es sino una argucia cobarde destinada a confundir a los imbéciles, de la misma forma en que (para poner el ejemplo de un tema reiterado hasta en hartazgo por los periodistas reaccionarios en estos días) hay delincuentes mayores de edad que usan y mandan al frente a menores inimputables.
Porque Fernández habla como presidente de una institución que agrupa también a militares activos y en representación y en presencia de ellos, y porque se refiere a temas presupuestales de los militares activos: sueldos, cargos, responsabilidades, armamentos, condiciones de combate; y se refiere a todo eso en un encuadre conceptual declaradamente político.
Los sucesos de Ecuador también se desataron, vaya casualidad, por recortes al presupuesto de las fuerzas armadas y la policía (compensaciones económicas por medallas y otros beneficios), que se inscriben dentro de una “reforma del estado”. También hay en Ecuador un gobierno socialdemócrata que ha tomado varias medidas anti-populares. También hay allí una izquierda fragmentada y con algunos elementos de confusión, si nos atenemos a lo que nos llega. Más allá de muchas diferencias evidentes, hay rasgos que están presentes de una forma u otra en gran parte del continente.
Opinando desde acá y con la precaución que impone la distancia, nos parece muy peligroso el manejo mediático que se hace de la imagen de un presidente secuestrado por policías malos y rescatado por militares buenos, apoyado por una derecha buena y un imperialismo democrático. Lo que no quiere decir que vayamos a aceptar que se saquen del baúl las teorías de los golpes buenos y los militares populistas, o policías. Las experiencias recientes del pueblo ecuatoriano, precisamente, nos remiten otra vez a la frase tan repetida en Uruguay: Nada podemos esperar sino de nosotros mismos .
De modo que nos centraremos en dos cosas. En primer lugar el CONTEXTO CONTINENTAL. Es obvio que la valoración que hagamos del “hoy en día” determinará si es un anacronismo o no pensar en golpes militares. Y lo que vemos es que no se trata solamente de Honduras. Ha habido en este tiempo varios intentos golpistas en Bolivia y en Venezuela, aunque hayan tenido otras características.
Hemos caracterizado a los regímenes predominantes hoy en nuestro continente de socialdemócratas . Ya de por sí esa categoría refiere a una condición de inestabilidad inherente , sobre todo si se presenta en la periferia capitalista donde no hay condiciones de distribución de ingreso sobre las cuales apoyar un pacto social de largo aliento de Estado de Bienestar como ocurrió en Europa. No hay ni puede haberlas, ya que para ello se necesitaría romper con los lazos de dependencia.
El advenimiento de este ciclo de socialdemocracia de periferia ocurre por el agotamiento previo del ciclo de regímenes neoliberales ofensivos (los Menem o Jorge Batlle) al agotarse el impulso neoliberal capitalista en sí mismo, al encontrar sus propios límites.
En esta situación en que lo nuevo TODAVÍA no puede (la izquierda anticapitalista de nuestro continente no ha logrado superar sus propias limitaciones) y lo viejo YA no puede (el neoliberalismo, la política burguesa tradicional desembozada y ofensiva) el vacío es llenado por la socialdemocracia, en una gama heterogénea de variantes. Es la propia condición coyuntural, ocurrir no por su propia fortaleza y coherencia sino por las debilidades de sus alternativas de un lado y del otro (por más que sean debilidades muy asimétricas) lo que dicta el comportamiento vacilante, contradictorio y por momentos improvisado de los actores socialdemócratas.
Rafael Correa es un ejemplo de esto. Llega al gobierno con un programa de izquierda, impulsa algunas reformas democráticas progresistas y una Constitución avanzada, obtiene luego una amplia mayoría parlamentaria, pero mantiene una línea económica que continúa la penetración de las transnacionales petroleras y extractivas, choca con los movimientos sociales contestatarios y recurre a la represión. En esta crisis reciente impulsa un recorte presupuestal que afecta a militares y policías lo que despierta un conato de rebelión, sale casi solo a enfrentar a los policías alzados y resulta lesionado, se interna en el hospital policial donde termina siendo secuestrado por los rebeldes, para luego ser rescatado por una fuerza militar, es apoyado por casi todos incluida la derecha y el imperialismo, y decreta un estado de excepción.
Resulta difícil pensar que haya salido “fortalecido”. ¿Qué se fortaleció, qué programa político, qué orientación, qué fuerzas sociales? ¿Cómo puede resultar fortalecido si depende de los militares y de los apoyos burgueses? Como todo socialdemócrata, haga lo que haga termina por socavar por un lado u otro su propia base política, porque su propuesta consiste en conciliar fuerzas sociales inconciliables.
Preguntamos entonces: Los golpes de estado como Honduras, los intentos y ofensivas golpistas en Venezuela y Bolivia, el conato en Ecuador, ¿son solo anacronismos, resabios de los viejos tiempos, o son factores claves y constitutivos del escenario presente? Y más aún, ¿son un problema que pueda resolverse dentro del marco de la política socialdemócrata?
Para tomar una actitud frente a hechos como el conato golpista en Ecuador o las declaraciones fascistas de un militar uruguayo tenemos que comprender sus raíces. Si la inestabilidad del ciclo de socialdemocracia de capitalismo de periferia es estructural, también son estructurales los dispositivos del sistema burgués de dominación que se activan por la presión de las contradicciones sociales.
El golpe en Honduras y los intentos golpistas en otros lados tienen por finalidad fijar los límites de contención que la burguesía pone a la socialdemocracia, presionar a los gobiernos socialdemócratas para forzar su corrimiento a la derecha, y recuperar si es posible, incluso por la violencia, el mayor espacio que se pueda para las expresiones políticas burguesas de neto corte neoliberal.
Todos los golpes son golpes, aunque no provoquen un knock-out. Tienen, por pequeños que sean, dos efectos posibles: O fuerzan el corrimiento a la derecha de la socialdemocracia, o la van quebrando. El único fortalecimiento real que podría tener un gobierno socialdemócrata frente a un conato fracasado de la derecha, es cuando amplia su base popular y se recuesta hacia la izquierda, lo que nunca hace de buen grado la socialdemocracia aunque también ha ocurrido. Notoriamente, no es el caso de Rafael Correa.
Vayamos ahora al “Qué hacer”.
No tiene ningún sentido que un gobierno salga a pedir el favor de tal o cual fuerza represiva para defenderse de la rebelión de tal otra. Es necesario desmantelar las fuerzas armadas y también los cuerpos represivos policiales militarizados.
Dar a estas propuestas un alcance continental, es una forma de profundizar su racionalidad. Un acuerdo de desarme simultáneo de los países de la región es algo más fácil aún de comprender y defender. Dentro de las llamadas políticas de integración, tiene mucho más sentido un acuerdo de desarme que los acuerdos reaccionarios de colaboración militar que hoy se promueven a nivel de la UNASUR.
El desarme de un país facilita el desarme de los países vecinos, y el desarme de los vecinos facilita la lucha antimilitarista dentro de cada país. Incluso para la defensa del continente entero es más seguro no tener militares que tenerlos, ya que la historia nos dice que siempre se pasan al enemigo.
La mejor manera de solidarizarnos con el pueblo de Ecuador en esta crisis es combatir los desbordes militaristas locales en cada país, como es el caso de los militares fascistas uruguayos. La mejor manera de entender el significado de estos “monos con revólver” en Uruguay o en cualquier otro país del continente, es verlos reflejados en Ecuador o en Honduras.
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